sábado, 19 de septiembre de 2009

El Elefante Audaz

Fuente: Las sombras de la luna, Juan Madrid


La burocracia, generalmente, no siempre, es un problema para el eficaz funcionamiento de la gestión pública. Los detractores de la burocracia en su totalidad, deben darse cuenta que ningún Estado moderno ha funcionado sin la burocracia (aunque debo reconocer que no recuerdo ninguno lo suficientemente atrevido para funcionar sin ella) Es necesario tener entes que ordenen, legislen, y controlen ciertos procesos de la administración pública. La burocracia es un mal, aunque odioso, necesario.

Es aquí cuando nos preguntamos, realmente, ¿Cuánta es buena, y cuanta es mala? Necesariamente, en Venezuela, debemos decir con total responsabilidad, que nuestra actual estructura burocrática esta en el segundo rubro. Es increíblemente mala. Su peso y tamaño, son directamente proporcionales a su fuerza mínima y hacen de nuestra burocracia un mal ejemplo de administración pública.

La reciente iniciativa del presidente Chávez, ha sido tomada como una señal de que los clamores de menos, o mejor dirigida, burocracia han sido escuchados. Pero la respuesta, a veces, deja que desear, y no asume el problema esencial. Por que el problema no es que tengamos muchos o pocos ministerios. Tampoco es que los ministerios necesiten coordinación, hechos ciertos ambos. Tenemos una estructura burocrática física y jurídicamente pesada, lenta, acartonada y con falta de experiencia práctica. Somos todos, en potencia, y en revolución, unos ministros de cualquier cartera. Basta solo opinar sobre un hecho, concreto o no, en un momento determinado, para entrar en la lista de ministeriables. Lo crítico es que, los que opinan alguna vez, son los mismos.

No quiero aquí, en esta ocasión, dirigirme a decir nombres o apellidos. No es necesario. Son los ministros y ministras lo suficientemente públicos para que nos entendamos en los niveles que todos conocemos. Ministros que han tenido más de una cartera, en las áreas más disímiles, ministros con carteras paralelas, ministros con 3 trabajos, es inauditable e inaudito.

Lo que me causa mas escozor y preocupación, es que los ministros tomen posesión de un puesto tan importante, como digamos, salud, de manera ultra-improvisada, y sin el menor atisbo de querer plantear un plan, tan siquiera nacido de la necesidad, para abordar los problemas. Acá, con total claridad, quiero decir que es el problema fundamental de nuestra burocracia. Me importa un pepino, por ser gentil, que tengamos 50 o 6 ministerios. Eso es totalmente irrelevante para lo que debe ser una administración. Por que ser administrador y no saber lo que haces, harás, o ha hecho tu ente a administrar, es un pecado. Debería salir en las fabulas bíblicas. ¿Quizás uno de los mandamientos del Sinaí?

Cuando se administra mal, poco o nada se puede hacer para mejorar el andamiaje burocrático. Cuando tenemos ministros que duran dos meses, u otros que duran años, no tenemos una “tabula rasa” para todos. Se crea la impresión de favoritismo, y la necesidad de agradar se convierte en un imperativo mayor al de administrar.

No se trata tampoco, y aclaro, del tiempo que duren los ministros. Se trata simplemente del trabajo, llano y sincero, sin preocupaciones de otra índole. Que haya ministros sin plan, es como tener un avión sukkoi sin alas… totalmente inservible.

Y existen, lamentablemente, sukkois sin alas. Ministros con ideas, propuestas muy buenas, pero sin la necesidad de volar. Y para volar, se necesita, primero que todo, un plan que sobreviva al ministro o ministra. Que lo supere, que sea imperecedero. Que si lo cambian, por mala o buena o poca impresión, su paso no sea fugaz. Créanme, si solo se hace el plan, seria bueno para todos.

Pero ahí donde los ven, están locos por mantener su puesto. Los planes pueden esperar. Necesito gestión ya. Y esa puede ser cualquier cosa. Desde pintar una pared, hasta un sistema de salud improvisado (maldita palabra).

El estado que me imagino lo metaforizo en un elefante. Si en un elefante, pero no un elefante enorme, lento y con la cabeza pequeña, hogar de un cerebro paquidermo mínimo. Mi visión es el de un elefante pequeño, con un tamaño sustentable, con una cabeza enorme. Que infunda respeto y admiración, y a la vez, inteligente y audaz. Debemos trabajar para eso, y todos tenemos que tener en cuenta que el Estado debe ser lo que nosotros queremos que sea, no lo que el Estado mismo desee ser.

martes, 1 de septiembre de 2009

De los “Safe Heavens” o como Colombia quiere dinamitar la Integración

Imagén: Iván Lira
Estoy convencido, cada vez más, a través de este proceso complejo que hemos llamado Revolución, que el camino que debemos transitar es hacia la integración latinoamericana. No se ya cuantas veces ya, por esta vía, he hecho público la necesidad no solo política y económica de la integración, sino de lo que ya a estas alturas del siglo XXI se hace una necesidad histórica y moral.

Ya la necesidad se torna imprescindible. Y cuando una necesidad se vuelve tan desesperada ante la luz de los hechos, la realidad es que corremos el riesgo de perderlo todo. La voluntad demostrada por la mayoría en la cumbre de Bariloche, es de conseguir el camino hacia esa integración sin demoras. Pero la realidad se nos escapa inexorablemente.

Colombia es definitivamente un factor de desintegración. Su gobierno, más bien, es la punta de lanza de una ofensiva destinada a socavar nuestra ya precaria voluntad. Cuando en un grupo de personas, que marchan unidos hacia un destino común, uno de ellos empieza a actuar a espaldas al grupo, cada uno de los miembros revalúa sus posiciones, su camino andado, y se pregunta ¿Para qué?

Colombia, con sus bases, o no bases, con sus “expertos extranjeros”, eufemismo ridículo si los hay para maquillar la palabra “tropas”, con su “seguridad democrática” de falsos positivos y narcotráfico rampante, ha clavado la sombra implacable de la duda en la integración.

Su respuesta a todos estos planteamientos, de frente y con las cámaras del continente sobre él, como el mismo lo pidió, fue el cinismo. Es increíble como se nos quiere echar la culpa del conflicto colombiano a nosotros, ¡nosotros!, que no hemos sino sufrir esa estúpida guerra fraticida, como todas lo son.

Ahora somos “refugios” o guaridas de los “delincuentes”. El eufemismo en ingles “Safe Heaven” (refugio o guarida) fue el slogan para las guerras contra Afganistán e Irak. Estos fueron “safe heaven” de los terroristas de Al-Qaeda, de los “malvados” (“Evil Doers”), que dicen ellos los atacaron el 11 de septiembre.

Estos “Safe Heaven”, lejos de acabarse con Irak y Afganistán, se han “multiplicado” y se han convertido en millones alrededor del mundo. Fíjense bien, que ya la guerra contra el terror se ha convertido en una guerra globalizada. Los “Evil Doers” están en todas partes, hasta debajo de la cama. Y esta aparente paranoia imperial, que no es paranoia ni nada que se le parezca sino un claro ejemplo justificativo para el derroche militar-industrial, se ha trasladado a todos los confines del mundo. Ya en los cinco continentes existen los “malvados” enemigos de la “libertad”, que generalmente son grupos con mote de terroristas, pero a la larga, son movimientos políticos legítimos. Pero eso poco importa al imperio globalizado, todo lo puede hacer y decir.

Lamentablemente, Colombia ha entrado en la esfera de los países “amigos” (por ahora) en la lucha contra el terror y las drogas. Pero el terrorismo se ha multiplicado desde las invasiones a Irak y Afganistán y desde el incremento del apoyo a Israel, y la droga no ha hecho sino difundirse más rápidamente, logrando ser un rentable negocio para los “expertos extranjeros”. Así que la lucha contra el terror y el narcotráfico es solo una excusa, que no pasa ni el examen más superficial, para la realización de una fase de expansión militar imperial a lo largo del globo. Tan simple como aquello, solo buscan el control territorial, como todos los “bárbaros y vulgares” imperios del pasado.

Unasur tiene un compromiso con esa necesidad histórica y moral de integración. No convertirse en un anexo militar de los Estados Unidos, sino ser libre e independiente. Lo más rescatable de la cumbre en Argentina es la creación de una institucionalidad propia en materia de defensa, que busque sustituir los falsos pretextos por verdaderas soluciones a los problemas reales. El Consejo Sudamericano de Defensa esta en una encrucijada, apenas naciendo, y debe estar conciente que la necesidad de nuestros pueblos es tener una doctrina propia en materia de narcotráfico y lucha contra el terrorismo, y sentar las bases para las soluciones políticas al problema de la paz en Colombia. Lo contrario sería dinamitar la integración, un lujo que no nos podemos permitir. ¿Qué será entonces? ¿La doctrina Bush-Obama de los Safe Heavens y Evil Doers, que el gobierno colombiano parece tan ansioso de adoptar?, o ¿nuestra propias herramientas y soluciones, en concordancia con los principios de autodeterminación y soberanía?

Bariloche echó las cartas sobre la mesa. Aprendamos a leerlas y juguemos la mano definitiva.